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Foros para bobos

Por: Juan Ramón Martínez

Todas las sociedades viven en crisis. La paz siempre ha sido una utopía inalcanzable, aunque ha movido el liderazgo humano para buscar alternativas. Ahora mismo, hay 53 conflictos armados en el planeta. Algunos de ellos, de gran atención. Otros, absolutamente menospreciados por la prensa internacional. De modo que el consuelo que así «son las cosas» y «hay que aceptarlas» como un consuelo universal, forman parte de las herramientas emocionales de la sobrevivencia humana.

En nuestro caso, la actitud general es casi siempre, negar los hechos. Diciendo: no hay problemas, o aceptarlos dándoles la espalda. Siempre ha sido así, por lo que «no hay que preocuparse», dicen. Porque, enseñan entre dientes, la mejor manera para vivir felices es no tomar conciencia de las cosas e ir tirando. La recurrencia del delito es tal, por ejemplo, que la mejor medida es cuidarse y esperar que la lotería de las desgracias no le toque. Porque siempre los problemas en sus causas y sus efectos son del otro. Nosotros ¡le echamos para adelante!

Pero la verdad es que los problemas fundamentales en vez de solucionarse se han incrementado. En términos económicos, por ejemplo, seguimos como ayer: dependiendo fundamentalmente de la inversión extranjera, porque nadie aquí, realmente, sino muy pocos, han creído que es necesario crear condiciones jurídicas; y animar a los compatriotas con recursos y talentos para que creen empleo, más allá de sus propias necesidades familiares que es el área en donde los mejores compatriotas muestran sus extraordinarias habilidades. Es conocido que a finales del siglo XIX, Honduras -con una población muy reducida- tenía capacidad para alimentarse en forma autónoma.

En los malos años agrícolas, los vecinos de las comunidades rurales del país recurrían a mecanismos alternos como la recolección de frutas o tubérculos silvestres para paliar el hambre. O la solidaridad de los vecinos superaba los daños ocasionados por las crisis. Ahora no. Estamos sin capacidad para producir el maíz que nos llevamos a la boca; el arroz que se cultivaba, y que forma la base de la dieta alimentaria hondureña, no alcanza para llegar a las mesas de todos. Apenas somos autosuficientes en frijoles y sin saber hasta cuándo. Los campesinos han descubierto que no es negocio quedarse en el campo y se han venido a las ciudades en donde la vida es “mejor».

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