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Pelicot alienta a víctimas de violación a romper el silencio

En Francia, más de 50 hombres han sido acusados de drogar y violar a una mujer. Muchas francesas esperan que el caso de "sumisión química" conduzca a cambios en la legislación.

Gisèle Pelicot se ha convertido en un símbolo de valentía y dignidad en Francia. Mujeres de todo el país han salido a las calles para expresar su solidaridad con la víctima, de 71 años. Pelicot ha demandado a 51 hombres que supuestamente la violaron tras drogarla. «Sumisión química», se llama ahora este tipo de delito.

Uno de los acusados es su marido, Dominique, que ha admitido haberla drogado y violado repetidamente a lo largo de una década. Asimismo, permitió que más de 80 hombres abusaran de ella, mientras grababa las agresiones sexuales. Entre los acusados hay bomberos, electricistas y periodistas.

El juicio podría desencadenar un cambio social, en parte, porque Pélicot ha aceptado que sea público.

Pelicot alienta a otros supervivientes

Esto permite a Justine seguir el juicio desde París. Cuenta que una conocida la drogó a finales de 2021, la violó junto con un hombre y filmó todo. Después, la agresora le exigió 20.000 euros para borrar los videos.

Cuando Justine se negó a pagar, la conocida envió los videos a vecinos y amigos. Hasta el día de hoy, Justine tiene miedo de revelar su verdadero nombre, pero Pelicot le ha dado nuevas esperanzas. «Gisèle es una luz que ilumina un lado oscuro de la sociedad que algunos prefieren ocultar», dice Justine a DW. «Ella es fuerte porque alza la voz», agrega.

La abogada de Justine ha presentado cargos por violación ante los tribunales después de que la Policía se negara siquiera a admitir la denuncia. «La violación me destrozó. Se repite ante mis ojos todos los días: me acuesto con ella y las pesadillas me despiertan por la noche», cuenta. «Pero Gisèle me ha dado el valor de regresar al tribunal, que había suspendido mi caso. No descansaré hasta que se ocupen de él», asegura.

En Francia, feministas y juristas debaten sobre la masculinidad tóxica y la necesidad de reformular la definición de violación y de incluir en la legislación el consentimiento explícito al acto sexual.

No se sabe cuántos casos de violación bajo «sumisión química» hay. Según un estudio del Instituto de Políticas Públicas (IPP), con sede en París, el 94 por ciento de los casos denunciados se archivaron entre 2012 y 2021.

Francia tampoco cuenta con una ley propia que penalice la «sumisión química». Si las personas denuncian haber sido drogadas y violadas, esto entra dentro de la ley de «violación agravada», que puede acarrear penas de hasta 15 años de cárcel en caso de condena. Las violaciones pueden denunciarse durante 20 años; después prescriben.

"Que la vergüenza cambie de bando", se lee en el grafito.
«Que la vergüenza cambie de bando», se lee en el grafito.Imagen: Imago/Jonathan Rebboah

¿Un «momento MeToo XXL»?

Anne, de 63 años, cree que Gisèle Pelicot inspirará a muchos. Para ella, el caso es un «momento MeToo XXL». El hashtag #MeToo se utiliza en las redes sociales desde 2017 para llamar la atención sobre abusos sexuales. El grafito con la imagen de Gisèle Pelicot ha sido compartido e imprimido miles de veces. Su reivindicación de que «la vergüenza debe cambiar de bando” se ha convertido en un grito de guerra para las feministas.

Anne, que no puede dar su nombre real por motivos legales, es una superviviente de la sumisión química. Dice que su padre la drogó y abusó de ella durante años cuando era niña. También filmó los abusos. Sin embargo, los delitos han prescrito, ya que tuvieron lugar en los años setenta del siglo pasado. «Gisele es tan digna y elegante que pareciera que todos los abusos que sufrió y que ahora se exponen ante los tribunales no la afectan», sostiene Anne en diálogo con DW.

«Se ha convertido en un modelo para muchas supervivientes de violación que, como yo, tuvieron miedo de hablar de sus experiencias durante mucho tiempo, como si fuera culpa nuestra», agrega.

Sentirse culpables es un reflejo automático para muchas víctimas de violencia sexual. Anne destaca que el caso Pelicot también pone de relieve que la sumisión química no solo ocurre en las fiestas. «A menudo ocurre en el seno de una familia. Debemos aprender a reconocer las señales de alarma. Los dolores de cabeza regulares y las lagunas mentales pueden ser uno de ellos», afirma.

¿Podría Francia levantar la ley de prescripción?

Arnaud Gallais, cofundador de la asociación «No me duermas» (M’Endors Pas), está convencido de que Francia necesita una legislación más completa: «Necesitamos párrafos que mencionen explícitamente la sumisión química e incluyan amplios ámbitos de la vida pública: por ejemplo, más formación para la Policía y los médicos y campañas de información».

Por su parte, el Gobierno francés ha vuelto a crear una comisión parlamentaria sobre el tema de la «sumisión química». Anne espera que Francia elimine pronto la prescripción de los delitos sexuales, sobre todo si las víctimas son niños. «Mi padre sigue vivo. Debe responder por lo que hizo», exige. «Espero que esté viendo el juicio Pelicot y tiemble de miedo por lo que podría significar para él», añade.

Los acusados en el juicio por violación en Francia nos están diciendo algo espeluznante

Cuando el juicio de Dominique Pelicot se inició el mes pasado, su esposa, Gisèle Pelicot, renunció a su derecho al anonimato y habló con notable aplomo. Ella se ha convertido en la heroína feminista de Francialas mujeres en protestas de París, Marsella y Burdeos gritan: “Todas somos Gisèle”. Dominique Pelicot se ha declarado culpable de todos los cargos que se le imputan y ha dicho, sin rodeos: “soy un violador”.

Pero hay otros 50 hombres en el banquillo con Dominique Pelicot. La mayoría de ellos están acusados de violación con agravantes a Gisèle Pelicot. Más de una decena se han declarado inocentes; algunos han alegado que fueron engañados o que les dijeron que Gisèle Pelicot fingía estar dormida porque era tímida.

El feminismo lleva mucho tiempo interesado en la relación entre conocimiento y poder, en cómo las mujeres privadas de conocimiento se ven privadas de poder. En las últimas semanas, se nos ha recordado brutalmente que la ignorancia, o la pretensión de no saber, también puede ser una herramienta conveniente de los poderosos. El consentimiento exige un esfuerzo por conocer los deseos del otro, mientras que la violación requiere de ignorar por completo —anular— al otro, de permitirse tener conciencia solo del propio placer. De hecho, drogar a una mujer hasta su completa sumisión parece una manifestación particularmente obvia del deseo de un hombre de no saber.

“No acepto que me llamen violador”, protestó un acusado ante el tribunal. “No soy un violador. Es demasiado para mí”, dijo. Después explicó lo mucho que ha aprendido sobre el consentimiento desde su detención: “El magistrado me lo dijo: aunque estés casado, una mujer no te pertenece del todo”. “Quizá en absoluto”, corrigió el juez, perfeccionando la educación sexual del acusado ante el tribunal. “Sí, las mujeres no pertenecen a los hombres”, replicó. “Espero que lo enseñen en las escuelas. A mí me costó 54 años”.

Uno de los acusados dijo que quedó “destrozado” cuando supo lo que había pasado. “Nunca lo superaré”, dijo a Gisèle Pelicot ante el tribunal, como si hubiera sido violada sin conocimiento ni del agresor ni de la víctima. Al verse presionado, lo describió como una “violación involuntaria”.

Dominique Pelicot conservó meticulosas pruebas en video de la mayoría de las agresiones, por lo que los acusados no pueden rebatir los hechos materiales. La única defensa de que disponen es decir que no sabían que lo que estaban haciendo era una violación porque no sabían que no contaban con el consentimiento de Gisèle Pelicot. Algunos han alegado que acudieron al domicilio de la pareja para mantener relaciones sexuales filmadas suponiendo que Gisèle Pelicot se hacía la dormida, pero pensaban que ella estaba participando, o que entendían que Dominique Pelicot podía dar su consentimiento en su nombre, como su marido. (“Es su mujer. Puede hacer lo que quiera con ella”, dijo uno de los acusados). Uno alegó que no sabía lo que significaba “consentimiento”.

Cada vez más países de la Unión Europea tienen leyes de consentimiento sexual basadas en “sí significa sí”, pero Francia sigue definiendo la violación como un acto sexual cometido mediante “violencia, coacción, amenaza o sorpresa”. Este juicio ha reabierto el debate sobre si debe cambiarse la definición. Sin el requisito del consentimiento afirmativo, un acusado puede argumentar —como hizo uno de los abogados defensores en este juicio— que “sin intención de cometerla, no hay violación”. El sistema insiste en que se dediquen esfuerzos a tratar de adivinar las verdaderas intenciones de los hombres a quienes se acusa de cometer un acto sexual con una mujer que ronca.

Una reciente encuesta de Ipsos reveló un progreso significativo en la comprensión de la violación desde el comienzo del movimiento #MeToo en Francia, pero alrededor de una quinta parte de los franceses todavía dijeron que no consideran que forzar a su pareja a tener relaciones sexuales sea una violación, y casi el 10 por ciento dijo que forzar a alguien que está borracho o dormido o incapaz de expresar su consentimiento no es violación. Entre los hombres de 18 a 24 años, la proporción se acerca al 30 por ciento. (“Para mí, violación es agarrar a alguien por la calle”, se dice que dijo uno de los acusados).

Parece que a Dominique Pelicot le resultó fácil encontrar hombres dispuestos a participar en el abuso de su esposa inconsciente; muchos de los acusados vivían a unos 65 kilómetros de su casa. Si la cantidad los hace monstruosos, vistos uno a uno, son tristemente normales. Hombres con familia y trabajo: un periodista, un bombero, un enfermero, un funcionario. Al parecer, uno de ellos se perdió el nacimiento de su hija por estar en casa de los Pelicot. Según informa Le Monde, 72 de los 83 hombres a los que Dominique Pelicot contactó en el foro de internet À Son Insu (Sin su conocimiento) o por Skype dijeron que sí. De la minoría que se negó, no parece que ninguno se molestara en llamar a la policía. Es de suponer que tampoco querían saberlo.

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