Entre a la casa de la señora, había desorden por doquier, olía a tristeza, llanto, muerte, injusticia, inequidad y mentira, le pedí a la jefa de hogar que, si me regalaba un vaso con agua, me dijo: le puedo dar, solo que está “juca”, porque con el último huracán, los puentes se desbordaron y escasearon más el agua, la ponen a las cansadas, así que tuvimos que agarrar de la que salía del río, antes de que cayera la noche porque nos cortan la luz, y el único foco que tengo se me quemó; apesarada de la situación y con lágrimas en sus ojos me llevó a la cocina, la cual estaba miserablemente escasa, me dijo: con lo alto de la canasta básica no puedo traer más que un par de frutas, no he prendido el fogón desde hace décadas.
Le pregunté: ¿y sus hijos?, ellos me abandonaron, tuve diez, varios de ellos se fueron mojados para la “USA”, dicen que unos murieron en el camino y los que pasaron el río, no me llaman, los otros se resignaron a sobrevivir. El otro día vino uno de ellos, me asusté por que andaba en un carro y me dijo “no se preocupe doña”, que ahora me dedico a repartir harina para los del “patronato” y me deja buenas varas, así que cuando menos lo imagine la llevo a vivir al hatillo.
Le pregunté, ¿Señora cuantos años tiene Usted?, se sonrió al vaivén de los surcos de sus mejías, y me dijo: los pobres no celebramos mija¡, ya ni se cuántos tengo, por ahí me dicen que cada año celebran mi cumpleaños y mis hijos (as) van bien emperifollados al Estadio, pero a “yo” no me invitan, ¿será porque huelo a tierra y a sol?, ¿será porque como soy honesta y digo la mera verdad?, ¿será porque ando en harapos?, o pueda ser porque como saben que son mis hijos les da miedo que les reclame lo mal agradecidos que son, porque me han saqueado y me han dejado en la calle.
Seguí recorriendo su casa de adobe y al ver tanta miseria y desolación, le pregunté, ¿alguna vez la han querido ayudar personas particulares a salir de su situación?: respondió: sí fíjese que vinieron unos extranjeros para sacarme de esta pobreza, pero mis hijos que son unos muertos de hambre igual que a “yo” no los dejaron ayudarme y mas bien los expulsaron, disqué porque era mejor esperar a otros que andan con los ojos jalados, que con esos si podía porque me darían de comer arroz…; y le pregunté: ¿pero Usted que quería hacer Señora? Eso ya no importa, porque los que mandan para mi desgracia son esos mis hijos, que me arrancaron la vida cuando los parí con dolor y ahora solo deshonra me han traído, son tan mentirosos, ni en Dios creen y hasta lo mientan para quedar bien con los vecinos.
¿Señora tiene Usted esperanza de que su situación tan miserable cambie?, me respondió: el problema es que cuando mis hijos varones mandaban sobre mí y la casa, hicieron pillerías, luego me esperancé cuando mi hija me dijo, yo si te voy a sacar de esta situación Doña¡ y que pasó?, que resultó “pior” que los otros, ahora dice que mi otra hija la va ayudar, ¡abrace visto¡ será que le va ayudar a mantenerme siempre jodida, porque ya no les creo Usted¡, me han mentido, herido, pisoteado, saqueado, me da vergüenza con mis vecinos que pasan hablando mal de mí, porque ahora de remate dicen que andan engavilladas con los del barrio “los mangos maduros”, que son otros malos hijos que tienen igual de desgraciada a la madre que los parió, es que, que desgracia la mía mija…que desgracia¡¡
Me despedí de aquella pobre mujer, lo menos que podía hacer era hablarle con honestidad y decirle, por ahora yo no puedo hacer algo por Usted Señora, lamento mucho lo que sus hijos le hicieron y le siguen haciendo, quizá algún día regrese a su casa; quizá algún día sus hijos ya no sean elitistas y den cabida a sus hermanos honestos que se fueron huyendo de la miseria, la mentira y la inseguridad, es un honor haberla conocido; solo una última pregunta, ¿Cuál es su nombre?, me respondió: me llamo ¡!Honduras mija, Honduras¡¡.