Ya sabemos que la democracia es el poder del pueblo. Es el sistema social más idóneo que ha encontrado la humanidad para progresar y vivir en paz. Una verdadera democracia siempre representará los intereses del pueblo. Y sus gobernantes, fieles servidores, trabajarán incansablemente por mejorar la calidad de vida de los ciudadanos en general.
Es interesante que los países con más alta calidad de vida tienden a ser demócratas, o socialdemócratas, que en realidad hacen referencia a una justicia social más efectiva. La razón del bienestar de estos países radica en que se ha controlado la corrupción, y la impunidad es casi inexistente. Asimismo, los gobiernos están al servicio del bienestar común; los funcionarios son en verdad servidores públicos y no llegan a enriquecerse impunemente. Hay una distribución más equitativa de la riqueza social.
Los países desarrollados debieran servirnos de ejemplo para transitar la ruta de la prosperidad y justicia social de que ellos gozan. Debiésemos imitar su estilo de vida en lo referente a instaurar sólidos sistemas de salud y educación, pilares fundamentales del desarrollo de toda sociedad. Si estos países salieron de la pobreza, ¿por qué nosotros no podemos salir de ella también? Pero en Honduras es imposible con la clase política corrupta que nos gobierna, donde son cómplices del latrocinio inhumano, empresarios, banqueros, ganaderos, etc.
Nuestra triste realidad es esta: El gobierno no representa los intereses del pueblo. Solamente defiende los intereses de los grupos de poder y les facilita que continúen saqueando las riquezas nacionales y explotando al pueblo. Por lo tanto los gobernantes, funcionarios, diputados, etc., sólo están interesados en su lucro personal y familiar; acumular grandes fortunas es su único propósito. Jamás gobiernan o legislan para favorecer al pueblo.
Por esta razón es que el sistema de salud pública está colapsado, la educación es de pésima calidad; la infraestructura está en franco deterioro; el agro está abandonado; los índices de desempleo son altísimos; la emigración va en aumento. Por eso es que la pobreza y la miseria son el destino de la mayoría de la población.
La empresa privada es mezquina, apátrida, avariciosa y cruel. No es generosa, por lo tanto no comparte la riqueza social y explota cruelmente al asalariado. No le interesa el bienestar de las grandes mayorías, y cada día condena a los pobres a seguir en la miseria. El gobierno es su cómplice para mantener el statu quo que le permite seguir explotando a los hondureños sin misericordia alguna.
Mientras no se cambien estas estructuras de poder, la situación de los pobres siempre será amarga y estarán condenados a morir, soportando las humillaciones más terribles y las enfermedades más atroces. Absolutamente nadie aboga por los derechos de los pobres.
Los gobiernos han llegado al más descarado cinismo en su afán de enriquecerse y mantenerse en el poder. Conceptos contradictorios como “socialismo democrático” no significan nada para el que tiene el estómago vacío y no sabe si comerá hoy.
Al respecto, este es uno de los gobiernos más desastrosos que hemos tenido en los últimos años. Altamente improductivo y anegado en nepotismo y corrupción, no ha resuelto ninguno de los problemas sociales que el pueblo enfrenta. Al contrario, ha agravado las condiciones de miseria. Este gobierno “izquierdista y revolucionario” en nada se diferencia de los gobiernos de derecha, también plagados de corrupción.
Entonces estamos frente a un remedo de democracia sin justicia social. Y el sistema eleccionario sólo es una farsa, en la que cada cuatro años, el pueblo (sin educación, sin cultura política y totalmente manipulado) va a ejercer el sufragio eligiendo a los enemigos de siempre. Ojalá que esta vez, contra todos los pronósticos, empiece a elegir sabiamente y castigue con su voto a todos aquellos que han robado impunemente.
Me niego a creer que no hay esperanza para los hondureños. Y confío en que transformaremos nuestro país para el bien de todos.