
La violencia se mueve: menos en las ciudades, más en los pueblos – El mapa criminal de Honduras cambia de rostro: mientras en las grandes ciudades caen los homicidios, en municipios rurales crece el miedo y la violencia se instala en comunidades antes tranquilas. Foto: tunota.
En Honduras, la violencia no se detiene: cambia de rumbo. Entre enero y agosto de 2025 se contabilizan, según el Sistema Estadístico Policial en Línea (Sepol), 1,395 homicidios, poco más de la mitad de los 2,547 registrados en todo 2024.
La proyección indica que el año podría cerrar con menos asesinatos, pero el aparente alivio es engañoso.
Las grandes ciudades respiran con un descenso en las cifras, mientras que pueblos y municipios rurales, antes al margen, comienzan a teñirse de sangre.
Violencia retrocede en las urbes
El Distrito Central, que en 2024 acumuló 244 homicidios, lleva 155 este 2025, una caída de 89 casos.
San Pedro Sula también registra una baja de 40 asesinatos. Municipios históricamente violentos como Catacamas (-60.8%), Juticalpa (-41.5%), Olanchito (-43.8%) y Choluteca (-52.7%) muestran reducciones notables.
El cambio refleja cierta presión policial y social en las urbes, pero también un reacomodo del crimen, que busca escenarios con menos visibilidad.
El Atlántico sigue siendo frontera de sangre
Mientras las ciudades principales registran caídas, en la costa norte el panorama apenas se modifica.
La Ceiba pasó de 63 homicidios en 2024 a 53 en 2025; Tocoa prácticamente no varió (44 frente a 42); y Trujillo se mantiene en los primeros lugares.
El corredor Yoro–Colón, con municipios como El Progreso, Olanchito, Yoro y Sonaguera, es estratégico para el tránsito de drogas y ajustes de cuentas, lo que sostiene niveles de violencia constantes.
El avance de la violencia hacia el interior rural hondureño
El cambio más inquietante se observa en comunidades que antes apenas aparecían en los reportes.
Municipios como Guata (Olancho) o Morazán (Yoro) reportan cifras inusuales, al igual que poblados de Intibucá y Lempira.
La violencia deja de ser un fenómeno eminentemente urbano para incrustarse en territorios rurales, donde la presencia estatal es mínima y las economías ilegales encuentran terreno fértil.
Más dispersión, menos control del crimen
En 2024, los diez municipios más violentos concentraron casi el 39% de los homicidios.
Este año representan solo 34.6%, lo que indica que el crimen se dispersa. Para el Estado, esto implica un reto mayor: no se trata de controlar pocos epicentros, sino de atender múltiples focos que se multiplican en la geografía nacional.
La estadística puede mostrar un leve descenso en los homicidios, pero Honduras no es un país más seguro.
Lo que ocurre es que el crimen se mueve: de los grandes centros urbanos hacia los pueblos olvidados, donde cada muerte pesa más.
Pesa, porque golpea a comunidades pequeñas que nunca imaginaron vivir bajo la sombra de la violencia.