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LA GOBERNANZA PERVERSA DERIVA DE FAMILIAS HERIDAS

Por: Marcio Sierra

Los dirigentes políticos actuales denotan que han llegado al poder arrastrando traumas que pasaron en sus casas durante la infancia. Y, al ocupar los cargos en el reino estatal, nos gobiernan cargándolos. Esto significa que el ejercicio de la dominación política también puede comprenderse desde la psicología profunda de quienes lo detentan. Hay traumas familiares tempranos que inciden de manera determinante en el desarrollo de las personalidades autoritarias, manipuladoras o corruptas (Volkan, 1988; Post, 2004). La comunidad científica hondureña especializada en política y psicoanálisis debe explorar la relación entre experiencias familiares traumáticas y comportamientos políticos perversos, entendidos estos como el uso del poder para someter, manipular o destruir a los demás más allá de las motivaciones ideológicas.

En Honduras, detrás de cada dirigente político que nos gobiernan, en altos y bajos niveles gubernativos, es posible que se esconda una familia rota, la ausencia de un padre o la existencia de uno que fue furioso y aullador, una madre que callaba más que los jueces, un hermano que ensombrecía por sus acciones callejeras. O sea, una infancia que se traslada insuperada al mundo del quehacer público y se convierte en política, afectando a todo el país con las prolongadas peleas que generan, como si estuviesen repitiendo o prolongando momentos familiares que tuvieron y les quedaron impresas en sus corazones.  

La hipótesis central en este articulo es que existen traumas familiares como núcleo de la personalidad política perversa. Es decir, que en la infancia pueden ocurrir experiencias de autoridad, afecto y violencia que inciden en la vida actual de los políticos que gobiernan. Según Erikson (1963), los traumas no resueltos en las etapas tempranas del desarrollo generan carencias que se reproducen en la vida adulta como patrones de relación. De tal suerte, que aquel político que sufrió abandono afectivo puede buscar reconocimiento ilimitado en el escenario público, mientras que aquel que padeció un padre autoritario tiende a replicar esquemas de dominación sobre sus gobernados (Volkan, 1968).

Freud (1921), sostenía que las masas siguen a lideres que encarnan figuras paternas idealizadas, pero cuando dichas figuras están perforadas por traumas, la relación se torna destructiva. Un político con heridas emocionales no resueltas puede convertir el poder en un instrumento de compensación psicológica. De ahí que el autoritarismo puede ser la reproducción de la figura del agresor familiar y la aplicación de la manipulación emocional, no es más que la manifestación del miedo y la humillación sufridos en la infancia. Los políticos caen en la corrupción porque buscan compulsivamente llenar vacíos internos mediante la acumulación de poder o riqueza (Kets de Vries, 1993). La violencia política no es mas que la transferencia de resentimientos íntimos hacia los adversarios opositores y críticos.

 

Las investigaciones de Jerrold Post (2024) sobre lideres autoritarios muestran un patrón recurrente: infancias  por violencia, desprecio o humillación social. Algunos lideres políticos en el actual escenario hondureño, reflejan comportamientos de crueldad política extrema, que podrían presentar en común biografías marcadas por experiencias familiares traumáticas, que se han traducido en la ejecución de persecuciones políticas perversas. En América Latina, los estudios sobre caudillismo (Pécaut, 1987; Aguilar, 2010) evidencian que la figura del “padre severo” o del “hijo resentido” constituye un modelo recurrente en la construcción del liderazgo autoritario. En otras palabras, los traumas familiares se convierten en traumas colectivos cuando el líder proyecta sus heridas en la nación. ¿Hasta que punto la sociedad hondureña se encuentra atrapada en un ciclo de violencia simbólica y material que impide la consolidación de instituciones democráticas, debido a una patología social con raíces en la biografía intima del gobernante? La madurez emocional y la capacidad de procesar sus traumas familiares resultan ser una exigencia hacia los lidere actuales de Honduras.

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