En un país asediado por la corrupción, la impunidad y el miedo impuesto por una élite narcoterrorista, todavía hay hondureños que se niegan a arrodillarse. Periodistas, fiscales, jueces, políticos honestos, ciudadanos de a pie… valientes todos, que con sus cámaras, sus plumas y su compromiso con la verdad, enfrentan amenazas, persecución y campañas de odio. A ustedes: ¡Gracias! No están solos.
El silencio es el arma de los cobardes, de los que venden su alma al poder, de los que protegen a quienes hunden a Honduras en miseria. Pero la voz del pueblo despierto no se calla, ni con miedo, ni con balas. Se puede tener miedo, sí, pero no hay espacio para la cobardía cuando el futuro de una nación está en juego.
Honduras NO pertenece al Partido Libre. Honduras NO es propiedad de la familia Zelaya Castro Rosales ni de sus secuaces, quienes han convertido el poder en una herramienta de terror, chantaje y destrucción. Su tiempo se acaba. La patria no se rinde.
Desde el CNE, el Congreso Nacional, la Corte Suprema, hasta la Fiscalía General… todos aquellos que han traicionado su juramento a la Constitución y al pueblo, serán expuestos. Las negociaciones oscuras, las componendas en la sombra, saldrán a la luz. El efecto dominó ya comenzó, y es indetenible.
Este no es un simple llamado. Es una advertencia.
La patria se defiende con la vida si es necesario.
Y los traidores caerán. Uno a uno.
Porque Honduras no es un botín.
¡Es nuestra casa, nuestra lucha, nuestra razón!
¡Honduras es de Cristo!
