
La conquista del poder de Estado por el Partido Libre con una ideología claramente marxista y traducida al denominado “socialismo refundacional”; en vez de modificar el funcionamiento económico, lo desestabiliza; en vez de instaurar la justicia, promueve la injusticia y; en vez de promover la participación popular, suscitan la concentración de poder en una oligarquía familiar corrupta. No hay tal emancipación social, sino sometimiento, dominación y opresión que impide el desarrollo de la dignidad y la libertad. Al día de hoy, el poder lo tiene el coordinador del Partido Libre, quien personifica la voluntad del pueblo y silencia su voz. En nombre de la refundación o el cambio, conducen el país en retroceso, para reproducir defectos estructurales que se suponía iban a contrarrestar progresivamente para fortalecer el desarrollo democrático de la economía.
Los socialistas hacen de Mel un mito y lo convierten en el símbolo caudillista del socialismo castromelista. El caudillismo a lo largo de la historia política hondureña, ha tenido presencia desde los tiempos independentistas. Los políticos han creído desde entonces, que una vez que conquistan el poder de Estado, son los propietarios del mismo. De tal manera que, en Honduras, hemos tenido caudillos militares, civiles y, en la actualidad, los socialistas tienen su propio caudillo. Al coordinador del Partido Libre lo ven como el redentor, sin importarles que con sus mandatos, manipulan la emocionalidad política ciudadana y conducen al país al retroceso político de Honduras.
El socialismo hondureño pregona una transición política falsa, porque no rompe con el patrón político que produce atraso. Por el contrario, el proyecto de desarrollo refundacional, no es más que un culto personalista y de protección de la oligarquía familiar Zelaya-Castro. Han subordinado las decisiones nacionales al gusto del circulo de poder castromelista, mientras a los opositores democráticos, se les percibe como enemigos de Honduras. A Manuel Zelaya lo convirtieron en el caudillo moderno que usa la retorica de la justicia social para perpetuar la obediencia y justificar el fracaso.
En Honduras, el desencanto popular es evidente. La mayoría de ciudadanos hondureños que creyeron en las promesas de cambio que plantearon los socialistas del Partido Libre, hoy los enfrentan cargados de frustración. Crearon esperanzas de transformación social, pero lo que han realizado, es la captura del Estado como botín y el deterioro del proceso económico al instaurar un clan político que actúa en función de intereses particulares y el enriquecimiento ilícito. La ciudadanía en general, manifiesta decepción en las calles, en los mercados, en los barrios y, ahora más bien, se han empobrecido mucho más y sufren opresión política.
El caudillismo socialista es excluyente y en su quehacer gubernamental cometen abuso de poder y persecución política. El lenguaje de cambio que utilizaron en el tiempo de campaña electoral a favor de Xiomara Castro; ahora, lo utilizan para justificar la ineficiencia gubernamental y el encubrimiento de las contradicciones del poder. La promesa de aliarse al pueblo la convirtieron en desunión de la población, al crear patrones de nepotismo corrupto, favoritismo clientelar y la legitimación ideológica de los mismos vicios que criticaron en anteriores gobiernos liberales y nacionalistas.
Los socialistas del Partido Libre, presentan un caudillismo tirano como la formula redentora, pero en la realidad lo que hacen, es alimentarse de la dependencia emocional y política de una población acostumbrada a esperar autócratas en lugar de favorecer procesos institucionales.
El socialismo refundacional hondureña prometió romper con el caudillismo, pero al conquistar el poder, implementaron otro discurso. Transformaron la propuesta refundacional en culto personalista y subordinaron las decisiones nacionales a un circulo de poder cerrado, en tanto que el debate democrático lo perciben como traición. Están acentuando la cultura política del miedo y la obediencia.