El mundo celebra 100 años de “azúcar” con Celia Cruz, “La Guarachera de Cuba”

Celia Caridad Cruz Alfonso, hija de Simón Cruz, fogonero de ferrocarril, y Catalina Alfonso, ama de casa con vena artística, nació el 21 de octubre de 1925 en el barrio de Santos Suárez, en La Habana (Cuba). Su padre soñaba con que Celia se convirtiera en docente, pero ella tenía otros planes en mente. Desde pequeña supo que su verdadero destino era cantar: lo hacía en la escuela, en reuniones familiares y en programas de radio, donde comenzó a destacar por su voz ronca, cálida y vibrante. Aunque intentó darle gusto a su progenitor formándose para ser maestra, le pudo más el corazón y, a punto de terminar la carrera, tomó una decisión que le cambió la vida: dejó sus estudios para ingresar al Conservatorio Nacional de Música.
Su madre, quien también cantaba, era consciente del talento de su hija, por eso la apoyó en su participación en programas radiofónicos como La Hora del Té y La Corte Suprema del Aire, donde obtuvo sus primeros reconocimientos económicos.
En 1950, con 25 años, su vida dio un nuevo giro cuando fue elegida vocalista de La Sonora Matancera, una de las orquestas más importantes de Cuba. Con ellos, grabó decenas de éxitos, entre ellos “Cao cao, maní picao” y “Burundanga”, con los que conquistó a toda América Latina. Fue entonces cuando nació su apodo eterno: la Guarachera de Cuba.
¿Por qué Celia Cruz no volvió a Cuba? Su exilio en 1960
Su carrera estaba creciendo de manera acelerada. No solo era famosa en Cuba, sino que su nombre ya resonaba en otros países, como México, Colombia, Venezuela y Estados Unidos. Miles de fanáticos anhelaban verla en vivo. El 15 de julio de 1960, La Sonora Matancera recibió el permiso para realizar una gira en México. Lejos de imaginarlo, su salida de Cuba, para cumplir con ese compromiso terminó siendo una despedida definitiva del país que la vio nacer.
Aunque le había prometido a su madre que volvería en diciembre, nunca pudo cumplirle. La situación política en Cuba, liderada por Fidel Castro, empeoraba. Con su régimen, el mandatario se apoderó de todas las compañías, negocios, emisoras de radio y la televisión, por lo que Celia decidió quedarse en el país azteca para seguir desarrollando su carrera de manera libre. Un año después, la artista de 35 años intentó regresar al país, pues su mamá estaba pasando por una difícil situación de salud, pero Castro le negó la entrada. En 1962, su madre murió y ella no pudo volver a la isla a darle el último adiós. En su libro Celia, mi vida, la cantante reveló que “Fidel y su Gobierno la castigaron y nunca la perdonaron” por haber salido del país.
Fue tanta su rabia e impotencia, que prometió nunca volver: “Ese día pensé que se me iban a secar los ojos de tanto llorar. Fue entonces que decidí no pisar nunca más suelo cubano, hasta que no desapareciera ese sistema”, dijo. Lo que vino después fue un veto definitivo: el Gobierno cubano prohibió su música en la isla y la declaró enemiga de la Revolución. No obstante, en vez de dejarse llevar por la amargura, convirtió su dolor en melodías. En cada concierto, compartía historias sobre su tierra, su gente y su música.
En enero de 1990, recibió una invitación para presentarse en la Base Naval de Guantánamo, situada en el extremo oriental de Cuba, como parte de las celebraciones anuales del Día de la Amistad cubano-estadounidense, que serían a finales de ese mes. Ese show tuvo un significado muy especial, ya que marcó su primer regreso a suelo cubano después de 30 años de exilio.
Hoy el mundo celebra el centenario del natalicio de “La reina de la salsa”, la artista que, con su potente voz, su risa inconfundible y su famoso grito de “¡Azúcar!”, transformó la música latina en un idioma universal. Esta es la historia de la cubana que se convirtió en leyenda, pero que murió sin poder volver a su tierra.
La carrera como solista de Celia Cruz
Luego de establecerse en el país manito, la artista se mudó a Estados Unidos. Se casó con Pedro Knight, primer trompetista de La Sonora Matancera, y en 1965 ambos dejaron la orquesta. Él se convirtió en su representante en su carrera como solista. En Nueva York, fue parte de la vibrante ola salsera de los años 70, compartiendo escenario con leyendas como Tito Puente, Willie Colón, Johnny Pacheco y la Fania All-Stars. Su repertorio se enriqueció con himnos como “Quimbara”, “La vida es un carnaval”, “Bemba colorá” y “Ríe y llora”, canciones que caracterizaron su alegre filosofía de la vida.
A lo largo de su carrera grabó setenta álbumes y más de ochocientas canciones. Ganó 23 discos de oro y tres premios Grammy. Se presentó en los escenarios más importantes del mundo y su risa contagiosa, sus coloridos y extravagantes vestidos y sus particulares pelucas la convirtieron en un ícono mundial.
¿Por qué Celia Cruz gritaba ¡azúcar!?
Hubo otro detalle especial que caracterizó a Celia Cruz: ¡azúcar!, su inolvidable e inconfundible grito que nació por casualidad y se convirtió en su sello. En el año 2000, en una entrevista para Yo, José Gabriel, la artista contó el origen de esa palabra: “Yo estaba en Miami en un restaurante cubano. Cuando termino de comer, el camarero me pregunta si quiero café. Pues claro que todos los negros tomamos café. Él me pregunta que si lo quiero con azúcar o sin azúcar y yo le digo: ‘Chico, mira, tú eres cubano, tú sabes bien lo fuerte que es el café de nosotros, ¿Cómo me vas a preguntar que si con azúcar o sin azúcar?’. Entonces le digo: ‘Con azúcar, chico, con azúcar’”. Entre risas, Celia aseguró que cada vez que brindaba un concierto contaba esa anécdota, hasta que, finalmente, optó por incorporar como parte de su vocabulario musical esa palabra que se convirtió en su símbolo.
¿Cuándo y de qué murió Celia Cruz?
En 2002, la cubana comenzó a perder el control del habla. Luego de múltiples exámenes le descubrieron y le extirparon un tumor cerebral. Pese a su enfermedad, nunca perdió su energía arrolladora y optimismo. El 13 de marzo del 2003 apareció por última vez frente al público en Miami y el 16 de julio de ese mismo año falleció en su casa en Fort Lee, en Nueva Jersey. La artista de 78 años fue sepultada en medio de homenajes y con un puñado de tierra cubana que tomó el día que visitó la base de Guantánamo y había guardado en una caja de cristal para que el día que falleciera se la pusieran dentro del ataúd como símbolo de que, aunque no pudo volver a su tierra, la llevó en su corazón hasta el final.
Hoy, tras cien años de su nacimiento, su voz y sus canciones siguen resonando con fuerza y en los corazones de quienes siempre tienen un motivo para vivir al ritmo de su música.