La situación en Honduras ha llegado a un límite intolerable. El gobierno fallido de Xiomara Castro ha traicionado al pueblo y le ha fallado a Dios. Las instituciones que debían protegernos, el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Se consumen en la corrupción, la ilegalidad y la pérdida total de credibilidad.
Hoy, el Congreso Nacional con su «presidente» Luis Redondo figura, una vez más, entre los más corruptos del mundo, según el Índice de Estado de Derecho.
El partido Libre y su cúpula actúan como si estuvieran por encima de la ley, como si el poder les perteneciera. Pero el pueblo hondureño no olvida. Libre no es una opción; se ha convertido en enemigo directo de la nación, en símbolo del abuso, la mentira y la traición.
Cada denuncia, cada informe, cada escándalo revela el mismo patrón: falta de transparencia, presupuestos oscuros, amnistías a funcionarios corruptos y una justicia selectiva al servicio de una élite impune.
El pueblo está cansado. La paciencia se agotó. Honduras exige rendición de cuentas. Este país pertenece a su gente, no a quienes compran conciencias ni manipulan las urnas.
Cuidar el voto es cuidar la patria. No permitamos que quienes roban las elecciones vuelvan a robar el futuro de nuestros hijos.Los verdaderos enemigos son los que entregaron la soberanía, los que secuestraron las instituciones y se esconden tras un falso discurso de justicia social mientras destruyen la nación desde adentro.
Que quede claro: la verdad pesa. Los expedientes existen. Las investigaciones siguen su curso. La presión internacional crece. A quienes hoy se aferran al poder, les llegará su día de rendición. No es amenaza, es la certeza del juicio bajo la ley.
El pueblo hondureño, firme en su fe y en su dignidad, demanda justicia, exige transparencia y reclama respeto.
Honduras no puede seguir sometida a la impunidad. Honduras es de Cristo, de su pueblo, no de los corruptos que se disfrazan de servidores.
Que se escuche en cada rincón del país: ¡Basta ya! No más impunidad, no más abusos.
