
Si Gabriel García Márquez hubiera nacido en Olancho, no habría escrito Cien Años de Soledad; habría escrito el acta de la Asamblea de Libre en Siguatepeque. Porque solo en el realismo mágico catracho un gobierno puede perder unas elecciones con el 80% del voto en contra y, sin sonrojarse, declararse la única fuerza «vencedora», «íntegra» y, por supuesto, víctima de una conspiración intergaláctica.
Este fin de semana, el partido que prometió la refundación se refundó a sí mismo, pero en una dimensión desconocida. Con el «Manifiesto por la Dignidad Nacional», Libre nos ha regalado una pieza literaria que compite con las mejores ficciones de Netflix, una oda a la negación donde la culpa siempre es del otro, el imperio es malo (excepto para ir de shopping), y las matemáticas son una invención neoliberal.
El Manifiesto abre fuegos condenando la «injerencia» de Estados Unidos. ¡Maldito imperio yanqui! Gritan con el puño izquierdo en alto, mientras con la mano derecha sostienen el pasaporte visado, listo para la próxima emergencia médica o el próximo baby shower.
Es conmovedor ver el sacrificio de la cúpula revolucionaria: odian tanto al capitalismo estadounidense que, en un acto de heroísmo, envían a sus esposas a dar a luz en los hospitales de Houston y Miami. ¡Eso es infiltración profunda, camaradas! Están sembrando la semilla revolucionaria en las entrañas mismas de la bestia, garantizando que sus herederos tengan la ciudadanía del «enemigo» por si la Revolución se pone fea (o por si se acaba el buen café en Tegucigalpa).
El «Manifiesto» llora porque Donald Trump opinó. Pero calla que la verdadera «injerencia» que le gusta a la cúpula es la de la medicina privada gringa, esa que cura las dolencias que el sistema de salud hondureño que ellos administraron cuatro años no puede atender ni con aspirinas.
«Somos un partido Feminista», reza la Resolución V. Hay que tener el coraje de un león o la memoria de un pez para escribir eso en un país que, bajo su mandato, siguió siendo un matadero para las mujeres.
Mientras se llenaban la boca con la palabra «mujer» en los discursos del 8 de marzo, las cifras de femicidios en Honduras seguían compitiendo en las grandes ligas del horror mundial. Pero claro, el feminismo de Libre es selectivo: sirve para defender a la candidata Rixi Moncada de «ataques mediáticos», pero no sirvió para proteger a las miles de hondureñas que no tienen escoltas ni camionetas blindadas.
Y ni hablemos del patriarcado interno. Ese «feminismo» convive alegremente con una estructura partidaria donde la misoginia se respira en los chats de WhatsApp de sus colectivos, donde la disidencia femenina es tratada con el látigo del desprecio y donde las decisiones las sigue tomando el mismo y las mujeres aplauden en la tarima. Un feminismo de cartón que se desmorona con la primera lluvia de críticas.
Llegamos a la joya de la corona: la prueba irrefutable del fraude, los famosos «26 audios», que según ellos, son la biblia de la conspiración. No importa que no hayan pasado ni un peritaje forense serio que no fuera hecho por «amigos de la causa».
Es la versión hondureña de Los Expedientes Secretos X, pero con menos presupuesto. La narrativa es fascinante: un sistema electoral (el TREP) que funcionó perfecto cuando ganaron en 2021, de repente se convirtió en Skynet y cobró vida propia para robarles votos, pero solo a ellos. Según esta lógica, el algoritmo neoliberal discriminó específicamente el voto refundacional, dejando intacto el de los alcaldes y diputados de oposición.
Esos audios, que circulan en WhatsApp junto a cadenas de oraciones y recetas caseras, son la «evidencia» que justifica desconocer la voluntad de 8 de cada 10 hondureños. Una mentira repetida 26 veces no se convierte en verdad, pero sí en un excelente guion para victimizarse.
Pero no termina ahí, la parte más creativa del documento es la teoría de que perdieron porque «amenazaron con quitar las remesas». Es decir, el partido que se jacta de tener al «pueblo consciente y organizado», de repente nos dice que ese mismo pueblo es tan voluble que un mensaje de texto masivo de «Trump te va a quitar los dólares» fue suficiente para borrar cuatro años de «logros» socialistas.
Es un insulto a la inteligencia de su propia base. O el pueblo es sabio y soberano (cuando vota por ellos), o es una masa miedosa y manipulable (cuando vota en contra). No hay término medio y la autocrítica brilla por su ausencia. ¿Será que la gente votó en contra por el costo de la canasta básica?, ¿Por la falta de empleo?, ¿Por la corrupción? ¡No! Fue por un SMS imperialista.
Los medios publican los datos fríos de una derrota aplastante; otros intentan analizar sociológicamente el descalabro; y mientras el mundo sigue girando, la Asamblea de Libre ha decidido mudarse a Narnia.
Ahí, en ese mundo de fantasía, el 20% es mayoría. Ahí, ser anticapitalista es compatible con ser terrateniente. Ahí, ser antiimperialista es tener visa americana vigente. Y ahí, solo ahí, este Manifiesto tiene sentido.
Para el resto de Honduras, el documento no es más que el triste epílogo de una fiesta a la que, al final, solo asistieron los anfitriones… y después partieron hacia Palmerola para irse temprano a Miami.



