Ingeniero Nasry Asfura, me permito dirigirle estas líneas a título personal, desde una profunda convicción democrática, comprometida con el cumplimiento de la corresponsabilidad ciudadana como base indispensable para la estabilidad social y el desarrollo del país.
Aprovecho este medio para expresarle una felicitación por su merecida victoria, la cual embarga de esperanza y alegría no solo a quien le escribe, sino a más de un millón y medio de hondureños dentro y fuera del territorio nacional que ven en este resultado una oportunidad para recuperar la estabilidad, la confianza y el rumbo del país. Su triunfo representa, para amplios sectores de la sociedad, la posibilidad de avanzar con serenidad y sentido de futuro.
De manera particular, para la diáspora hondureña en los Estados Unidos, su liderazgo abre una expectativa importante de trabajo conjunto y coordinado con dicho Gobierno, orientado a fortalecer la cooperación bilateral, la protección de la dignidad de los migrantes y la generación de oportunidades que reduzcan las causas estructurales de la migración forzada. La diáspora no solo espera ser reconocida, sino incorporada como un actor legítimo del desarrollo y la democracia hondureña.
Este momento histórico demanda visión internacional, capacidad de diálogo y responsabilidad compartida. Su victoria ofrece la posibilidad de construir puentes institucionales que beneficien tanto a Honduras como a su ciudadanía en el exterior, reafirmando que la democracia también se fortalece más allá de las fronteras.
Honduras esta hoy marcada por la polarización, la desconfianza y la conflictividad social, su liderazgo representa para muchos hondureños una esperanza real de estabilidad multidimensional: política, social, económica y humana. No solo por un resultado electoral, sino por el ejemplo que ha proyectado a través del trabajo constante, la disciplina, la actitud pacífica y el respeto al proceso democrático.
Desde una visión integral de derechos humanos, considero que Honduras necesita hoy un liderazgo que comprenda que los derechos no pueden garantizarse sin responsabilidad, y que los deberes ciudadanos no deben imponerse sin dignidad. En esa ponderación equilibrada entre derechos y deberes humanos, su discurso y su trayectoria conectan con una demanda profunda de la sociedad hondureña: orden con justicia, autoridad con humanidad y trabajo con oportunidades reales.
Para mí, y para muchos hondureños, Papi a la orden significa algo muy concreto: trabajo justo, oportunidad de salir adelante y la posibilidad de construir una vida digna a través del esfuerzo honesto. Esa visión es especialmente valiosa en un país donde la falta de oportunidades ha empujado a miles a la migración forzada y ha debilitado la cohesión social.
Su actitud frente a la conflictividad —basada en la serenidad, el respeto y la vocación de servicio— envía un mensaje claro de que la paz social no se construye desde la confrontación, sino desde el ejemplo y el compromiso con el bien común. Honduras necesita gobernantes que entiendan que la estabilidad democrática no se impone, se cultiva.
Desde una perspectiva pro-trabajo, pro-responsabilidad social y pro-derechos humanos, considero que usted representa el liderazgo adecuado para gobernar en un momento crucial para Honduras. Ya que sé que es capaz de reconciliar al país con el valor del esfuerzo, con el respeto a la ley y con la dignidad humana como eje central de toda acción de gobierno.
Cuenta con el mejor recurso humano, hombres y mujeres competentes, capaces y comprometidos con Honduras, que saben trabajar en equipo y procurarán la asertividad de sus decisiones como gobernantes.
Oro a Dios para que le revista de sabiduría, firmeza y sentido de país en las decisiones que habrán de marcar el rumbo de nuestra nación. Honduras necesita avanzar, y hacerlo en paz, con trabajo y con responsabilidad compartida de la mano de su nuevo presidente Nasry Juan Asfura Zablah.
