OPINIÓN

El Partido Liberal la eterna dama de honor del poder

Por: Hernan Argüello

Lo que ha ocurrido en Honduras en los últimos años confirma un patrón tan antiguo como persistente, pero que hoy resulta imposible de maquillar el Partido Liberal de Honduras ha terminado cómodamente instalado en el papel de acompañante funcional del poder real. No protagonista, no antagonista, sino vedette secundaria, esa que aparece bien maquillada, sonríe para la foto y acepta ser bisagra, comparsa o legitimadora del libreto escrito por otros, muy especialmente por el Partido Nacional de Honduras. No es un insulto, es una descripción clínica basada en hechos repetidos, decisiones previsibles y derrotas tan “extrañas” que nunca merecieron una explicación seria al país.

El episodio de la derrota de Elvin Santos sigue siendo una joya de museo dentro de esta colección de claudicaciones. No tanto por perder, que en democracia ocurre, sino por la elegancia con la que el liberalismo aceptó el golpe, bajó la cabeza y pasó página como quien firma un recibo. Silencios incómodos, una rápida normalización del resultado y cero reflejos defensivos frente a un desenlace lleno de preguntas. Aquella derrota no fue solo electoral, fue un acto de rendición moral e institucional, el momento exacto en que el Partido Liberal entendió que disputar el poder era cansado y que negociar migajas resultaba mucho más práctico.

Luego vino uno de los gestos más pedagógicos de esta decadencia la cesión de la presidencia del Congreso Nacional por parte de figuras liberales en momentos decisivos. Una entrega prolija, ordenada y justificada con el vocabulario habitual de la política hondureña gobernabilidad, consenso, estabilidad. Traducción simultánea renuncia. No fue un error, fue una declaración de intenciones el Partido Liberal no quería la palanca del poder, solo quería estar cerca de ella por si alguien necesitaba abrir una puerta. Ese día quedó claro que el rol subordinado ya no era circunstancial, era vocacional.

 

Desde entonces el guion se repite sin necesidad de ensayos el liberalismo actúa como árbitro cuando conviene al sistema, como socio menor cuando se reparten cuotas y como actor decorativo cuando hace falta una fachada de pluralismo para consumo internacional. Nunca como fuerza que marque rumbo, imponga agenda o incomode de verdad. Como la mujer que acepta ser la segunda no porque no tenga méritos, sino porque ha sido entrenada durante años para creer que aspirar al primer lugar es de mal gusto.

 

Y por si quedaba alguna duda, tras más de veinte años en la llanura, sin liderazgo nacional propio ni proyecto reconocible, el Partido Liberal vuelve a hacer lo que mejor sabe hacer ceder el protagonismo y acomodarse con disciplina detrás de Salvador Nasralla. No como alianza entre iguales, no como convergencia programática, sino como reafirmación de identidad aceptar el segundo lugar como destino histórico. Después de dos décadas fuera del poder, el liberalismo no regresa para liderar una alternativa, sino para ofrecer su estructura como utilería electoral, su bandera como escenografía y su historia como certificado de legitimidad ajena.

 

Lo verdaderamente grave no es perder elecciones ni espacios, eso es parte del juego. Lo grave es la renuncia sistemática a su identidad histórica. El Partido Liberal nació para romper esquemas, modernizar el Estado y servir de contrapeso al autoritarismo conservador. Hoy funciona como aceite institucional suaviza transiciones, engrasa pactos opacos y facilita que nada cambie demasiado. No fue una transformación accidental, fue una obra colectiva hecha de decisiones calculadas, silencios bien pagados y una cultura interna que premió la cercanía al poder por encima de cualquier principio.

 

Así que lo ocurrido recientemente en Honduras no sorprende a nadie que haya estado mirando. Simplemente confirma la tendencia el Partido Liberal ya no incomoda al Partido Nacional, le es útil. Ya no lo enfrenta, lo complementa. Ya no lo desafía, lo embellece. Y mientras siga feliz en ese papel de vedette política, podrá conservar cuotas, micrófonos y cargos, pero habrá perdido definitivamente lo único que alguna vez le dio sentido histórico el derecho a decirle al país que estaba ahí para gobernar y no solo para acompañar.

Hernán Argüello Z.

Movimiento Libertario de Honduras

 

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