
La Ejecución Presupuestaria 2025 del gobierno de la presidenta Xiomara Castro confirma, una vez más, que el verdadero debate no es cuánto se gasta, sino para qué y cuál es el impacto económico obtenido. Los gobiernos deben entender que gastar no es gobernar y mucho menos, desarrollar el país.
Del actual gobierno se concluye que el balance de la ejecución presupuestaria es deficiente en inversión pública y eficiente en mantener un Estado obeso, sedentario e improductivo que se alimenta de las calorías fiscales. De una clase política antagónica que se nutrió de la grasa del poder, pero sin dar resultados.
Lo anterior se deriva de analizar los datos públicos en el portal de la Secretaría de Finanzas (SEFIN), observamos que el balance por niveles institucionales revela una ejecución del presupuesto en el gasto del 87.6 %. En valores absolutos, esto representa una cifra superior a los 385 mil millones de lempiras, extraídos de la «caja única» promulgada por el gobierno saliente.
Al contrastar los valores de la ejecución en gasto corriente versus inversión, se denota un problema grave: una nación que gasta más e invierte poco. Este problema se acentúa en la administración actual cuando se analiza que la inversión pública total – particularmente la inversión productiva – que alcanzó apenas un 71.8 %. Se dejó de invertir la cuantiosa cifra de 8 mil millones de lempiras de los 23 mil millones presupuestados, alcanzando una ejecución de apenas 16 mil millones, una vergüenza con la que cierra la administración Castro.
En este contexto, el gobierno de la mandataria demostró capacidad para sostener el aparato estatal mediante el gasto corriente (cuya mayor ejecución fue el pago de salarios a la burocracia), pero no mostró visión para transformar estructuralmente la economía.
La conclusión es que fracasó en sus cuatro años de gestión al mantener una baja inversión en infraestructura productiva. Lo más inaudito es que, pese a los malos resultados, no se inmutó en hacer cambios en su gabinete; no se atrevió a “rodar cabezas” de sus colaboradores más cercanos y evadió sistemáticamente a los periodistas para no hablar de su desastroso gobierno.
Su gestión siguió a la deriva bajo el rumbo: gasto sí, transformación no. El gobierno demostró capacidad para gastar y despilfarrar, pero no para reactivar la economía, generar empleos y riqueza. Mientras tanto, los funcionarios repetían en los medios una narrativa de odio, polarización y división de clases para ocultar su fracaso continuo.
La ejecución global del presupuesto 2025 es media y, en apariencia, aceptable. Sin embargo, este resultado se explica fuertemente por el desempeño del gasto corriente: salarios, funcionamiento estatal, transferencias y obligaciones recurrentes.
Es decir, el Estado funciona primordialmente para pagar planillas y mantener la obesa burocracia del clientelismo político. Analizando a detalle, en inversión social se dejaron de ejecutar alrededor de 4 mil millones de lempiras, pese a que la ejecución fue del 90.9 % respecto a los 44 mil millones presupuestados. No obstante, al analizar la inversión pública total (de más de 84 mil millones presupuestados), la ejecución real fue de un 79.5 %; es decir, 67 mil millones de lempiras en valores absolutos.
Con relación a lo anterior, con un país donde alrededor del 70 % de la población vive en pobreza y con alto desempleo, el avance fue lento y disperso, producto de la improvisación, la ausencia de un plan sólido y la falta de planificación. La concentración de la ejecución en pocas instituciones (Finanzas, Educación, Salud, Seguridad y Servicio de la Deuda) deja al descubierto una administración que gasta bien en lo rutinario, pero ejecuta mal lo estratégico, vital para una nación que urge de inversión productiva.
Por su parte, la Secretaría de Infraestructura y Transporte (SIT) presentó una baja ejecución del 73 %: de los 15 mil millones presupuestados, apenas ejecutó 11 mil millones. Esto conlleva un alto costo en el rezago del desarrollo nacional, sumado al costo de la deuda externa, ya que cuenta con más de 3 mil 600 millones de fondos externos que no se utilizaron. Mientras el ministro de la SIT, ante las presiones de las comunidades que exigían proyectos carreteros llegaba con tractores, volquetas y cámaras para comprometer su firma, la estrategia solo sirvió para caldear el humor social, pues obras como la carretera hacia Lepaterique se quedaron solo en planos.
El escenario más vergonzoso es el de la Secretaría de Desarrollo Comunitario, Agua y Saneamiento (SEDECOAS). Sus resultados son catastróficos e imperdonables: su ejecución fue de apenas el 27.2 %, dejando sin invertir 1,213 millones de lempiras. Igualmente, el Fondo Hondureño de Inversión Social (FHIS) alcanzó un 68.8 %, dejando de ejecutar 735 millones. Entre SEDECOAS y el FHIS, se dejaron de invertir alrededor de 1,900 millones de lempiras.
Lo anterior denota que el proyecto de «refundación» de Libre fue pura lírica y un espejismo. En el mundo rural, donde se resiste en condiciones de pobreza, las poblaciones siguen clamando por las promesas incumplidas. Fue justo allí, donde surgen los votos rurales, donde miles de hondureños quedaron esperando escuelas, centros de salud y proyectos de agua. Estas cifras explican el porqué del voto de castigo contra el oficialismo.
Paradójicamente, la ejecución en el presupuesto de Seguridad fue alta y eficiente: de los fondos de la Tasa de Seguridad, la ejecución fue del 98.67 % (4,287 millones de lempiras). Sin embargo, sobre esto no existe un informe transparente de rendición de cuentas.
No hubo falta de recursos; hubo un problema grave de gestión y falta de capital humano especializado. Se cayó en la improvisación ante la ausencia de liderazgo desde la silla del Ejecutivo.
En términos económicos, las consecuencias que deja Libre son graves: bajo impacto en la generación de empleo, débil dinamización de las economías locales y un escaso efecto multiplicador del gasto público.
En este análisis, la conclusión es inevitable: el gobierno de la presidenta Xiomara Castro ejecutó, pero no transformó la nación. Sostuvo el Estado, pero no cambió la estructura económica del país. Entiendan gastar no es gobernar. Gobernar es decidir estratégicamente qué inversión genera crecimiento, empleo y futuro.



