OPINIÓN

Miserables, rácanos y desgraciados

César Indiano

¿Te has fijado Indiano – me decía mi amiga Laura Ramos – que en este país existen unos miserables que no permiten que otro se gane un peso? después de su muerte imprevista en noviembre del 2022, me puse a pensar en el significado profundo de su frase, misma que usó en varias ocasiones cada vez que hablábamos – ilusamente – de negocios probables.

Marta fue una madre soltera que trabajó en tres empresas grandes, antes de la cruel enfermedad que le quitó la vida. A pesar de su lealtad en un puesto de Alta Confianza jamás logró ganar más de 28,000 lempiras al mes, así que, en los tiempos libres comenzó – en alianza con su hija mayor – a ofrecer servicios de arreglos y decoraciones para eventos y fiestas.

En meses buenos llegó a triplicar su salario, pero, siempre se mantuvo aferrada al empleo de toda la vida porque, me decía con su risa agridulce, “en cuanto ven que te estás ganando unos pesos, se te llena la rama de zopilotes”. En total, aquella estupenda mujer llegó a probar siete maneras de generar más ingresos a través de una imaginación desbordada. Yo la conocí porque me dio a probar unos pastelitos de piña que eran una delicia, recuerdo que su hija los repartía a domicilio en una moto mandadera. Y les iba bien, hasta que un lagarto se subió a la tapia y les comió el mandado.

Admiraba el ácido sentido del humor de Laura. Pero su frase, la que nunca he olvidado, era precisamente “estos zopilotes no permiten que otro se gane un peso”. La repetía en sentido específico y sin amargura, refiriéndose a personas miserables, cicateras y mezquinas que arruinan – sin necesidad – las fuentes de vida de los demás, la mayoría de las veces por el simple placer de molestar.

Así que, inspirado en las expresiones de Laura que era – por cierto – la dulce sobrina de un tío millonario que nunca le compró ni tan siquiera un pastelito, le he estado dando vueltas en mi mente a las tres cualidades más abominables que se pueden anidar en el corazón de una persona, y, llegué a la conclusión de que hay algo peor que ser un asesino o un mentiroso, ese “algo peor” es ser un tacaño. Un rácano. Un avaro.

Un tacaño es un guardador que esconde y acumula dineros, cuentas, ganancias y haberes de forma enfermiza. Un rácano es similar, pero con una diferencia, al rácano le gusta aparentar pobreza y disfruta que los demás lo traten como tal. Es un juego macabro porque a costa de sacrificar imagen, el rácano ahorra muchos pesos haciéndose el chanchito debido a que jamás invita y nunca se apunta para cooperar en nada. Sería más fácil sacar chispas de dos panes mojados que arrancarle un peso a un rácano.
Luego está el avaro, éste disfruta torturando a sus hijos, esposa y demás parientes con la Demencial Supremacía de Su Dinero. En vez de corazón, el avaro tiene dentro del pecho el frío cadáver de un sapo.

Todos – el rácano, el avaro y el tacaño – salen al mercado a mortificar comerciantes y minoristas. Piden rebaja de lo que está en remate, buscan los peores productos de las peores calidades a los precios más ruines de la plaza y exigen el “descuento de la tercera edad” con una vara en la mano; como decía Laura, no permiten que otro se gane un peso. El avaro se acuesta temprano para no gastar en candiles; decía mi abuela Antonia.

Conozco rácanos miserables que nunca le han regalado ni 20,000 pesos a la madre que los parió, otros, ofenden a sus padres regalándoles ropa vieja y sobrantes de pan duro. Pueden ver a un hijo (o a un nieto) hundiéndose en un pozo de angustia y no suben la cortina de hierro para socorrer a los suyos. Aferrados a la codicia y con el corazón soterrado en los tesoros egoístas de este mundo, los tacaños chillan cuando se enferman, porque ha llegado la hora de pellizcar la marmaja para comprar medicinas. Decía Séneca que el pobre carece de muchas cosas, pero el avaro carece de todo.

En fin, me causa mucha gracia cuando leo y escucho a los expertos hablando simplezas sobre las causas de la pobreza. ¿Qué tiene que ver el ingreso per cápita, el crecimiento económico, la inflación porcentual y el índice de exportaciones con la pobreza o la riqueza? El único dato que necesitamos saber es cuántos miserables hijos de la gran puta habitan un país para saber por qué ese país no sirve. Si una nación está plagada de rácanos, avaros y tacaños, pues ese país tiene que ser obligatoriamente miserable.

Pero eso sí, un teólogo, experto en escatología, me explicó que en el infierno hay una celda especial de lava hirviendo, en la cual los avaros son colgados de los testículos y, cuando gritan, el Diablo les echa un chorro de oro líquido por el gaznate, y la acción se repite todos los días, para toda la eternidad, por los siglos de los siglos.

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