Tegucigalpa – La Iglesia Católica de Honduras clamó hoy por una sociedad en la que todos tengan lo necesario para vivir con dignidad.
Así lo expresó el arzobispo de Tegucigalpa, José Vicente Nácher, quien reflexionó que una Iglesia sinodal, al ejemplo de los primeros cristianos, será no solo la iglesia que Dios quiere en estos tiempos, sino una comunidad de fe que muestre a todos que solamente la verdad une y libera.
El religioso también caviló que Negar nuestras faltas no las vence, sino que las hace más profundas y ocultas, entrando a formar parte de nuestro fuero interno.
En ese orden, acotó que la verdad es la que nos hace libres, conforme a la promesa del Señor, mientras que la mentira -triste promesa del diablo-, nos cierra cada vez más en nosotros mismos, cerrándonos a la acción misericordiosa de Dios.
Vivir como bautizados es vivir en la verdad, como María Inmaculada, que nada tiene que ocultar, agregó.
Y el principal ámbito de esa radical justicia social debe ser la asamblea cristiana reunida dominicalmente para la acción de gracias, concluyó.
En ese orden, apuntó que una Iglesia en la que nadie pase necesidad debe ser signo profético de una sociedad en la que todos tengan lo necesario para vivir con dignidad.
Cuánto bien nos hace releer estos y otros textos, en los que se nos presenta una comunidad cristiana en la que todos somos pequeños y todos somos herederos de un Reino superior, externó.
A continuación reproduce la lectura del día tomada del santo Evangelio según san Marcos
Mc 7, 31-37
En aquel tiempo, salió Jesús de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la región de Decápolis. Le llevaron entonces a un hombre sordo y tartamudo, y le suplicaban que le impusiera las manos. Él lo apartó a un lado de la gente, le metió los dedos en los oídos y le tocó la lengua con saliva. Después, mirando al cielo, suspiró y le dijo: «¡Effetá!» (que quiere decir «¡Abrete!»). Al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y empezó a hablar sin dificultad.
Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero cuanto más se lo mandaba, ellos con más insistencia lo proclamaban; y todos estaban asombrados y decían: «¡Qué bien lo hace todo! Hace oír a los sordos y hablar a los mudos».