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Iglesia pide no sucumbir a intereses personalistas y no creer que merecemos más que otro

Tegucigalpa – La Iglesia Católica de Honduras pidió este domingo no sucumbir a intereses personalistas y no creer que merecemos más que otro.

“El que quiera ser primero que sea el último y el que sirva a los demás”, reflexionó el arzobispo de Tegucigalpa, José Vicente Nácher durante la homilía dominical.

“La ambición interna es la principal causa de fracaso de muchas comunidades… fácilmente nos creemos merecedores del reconocimiento de los demás y por tanto de una recompensa inmediata”, caviló.

En ese orden, pidió no sucumbir a intereses personalistas y no creer que merecemos más que otro.

Nos repetimos tantas veces que “yo merezco más que otro”, y aunque es mentira nos lo creemos, agregó.

El error radica en pensar como los hombres y no como Dios, un Dios misericordioso que envió a su hijo único por nuestra salvación, razonó.

Seguidamente, dijo que hay cosas tan grandes que solamente el Espíritu Santo nos puede permitir conocerlas y aceptarlas.

Finalmente, exhortó a la feligresía pedir el Espíritu Santo para actuar y pensar como Jesús.

A continuación se reproduce la lectura del día tomada del santo Evangelio según San Marcos:

 Mc 9, 30-37

 En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos atravesaban Galilea, pero él no quería que nadie lo supiera, porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le darán muerte, y tres días después de muerto, resucitará». Pero ellos no entendían aquellas palabras y tenían miedo de pedir explicaciones.

 Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntó: «¿De qué discutían por el camino?» Pero ellos se quedaron callados, porque en el camino habían discutido sobre quién de ellos era el más importante. Entonces Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos».

Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe. Y el que me reciba a mí, no me recibe a mí, sino a aquel que me ha enviado».

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