Honduras como trampolín del narcotráfico venezolano
Por: Armando Valladares - Exembajador ante la ONU, escritor y defensor de los derechos humanos

El 19 de agosto de 2024, el ministro de Defensa de Honduras, José Manuel Zelaya, y el jefe del Estado Mayor Conjunto, Roosevelt Hernández, viajaron a Caracas para reunirse con el ministro de Defensa venezolano, Vladimir Padrino López. La versión oficial fue que asistían a los Juegos Mundiales de Cadetes y que la reunión buscaba “estrechar lazos de amistad entre naciones hermanas”.
Pero esa explicación no resiste el más mínimo análisis. ¿Desde cuándo los altos mandos militares de un país viajan en misión oficial para eventos deportivos? ¿Por qué reunirse con un personaje como Padrino López, acusado por Estados Unidos de conspirar para traficar cocaína en aviones con matrícula estadounidense, y por quien se ofrece una recompensa de 15 millones de dólares?
La verdad es otra. La visita tuvo como objetivo negociar el uso de Honduras como plataforma logística para la distribución de cocaína venezolana hacia Centroamérica, México y Estados Unidos. Y lo más grave: esta operación cuenta con el beneplácito de la presidenta Xiomara Castro, quien se comprometió a iniciar el negocio en su segundo mandato.
El Cartel de los Soles no es una organización clandestina. Es una estructura criminal dirigida directamente por Nicolás Maduro, señalado por el gobierno de Estados Unidos como su jefe máximo. La recompensa por su captura fue aumentada en agosto de 2025 a 50 millones de dólares, cifra que supera ampliamente la que en su momento se ofreció por Pablo Escobar. Maduro ha sido acusado de utilizar el aparato estatal venezolano para facilitar el tráfico de drogas, estrangular la democracia y desestabilizar la región.
Honduras, bajo el gobierno de Xiomara Castro, se ha convertido en un candidato ideal para servir como trampolín del narcotráfico venezolano: geográficamente privilegiado, con instituciones debilitadas, y con una presidenta ideológicamente alineada con el régimen chavista. Su gobierno fue uno de los pocos en reconocer la reelección fraudulenta de Maduro en julio de 2024, cuando la mayoría de países democráticos denunciaron el proceso como ilegítimo. Ese gesto diplomático fue el primer paso hacia una alianza más profunda.
Fuentes cercanas al entorno político hondureño afirman que Castro se comprometió a facilitar la operación del Cartel de los Soles desde territorio hondureño, una vez asegurada su reelección en 2025. La visita de Zelaya y Hernández a Caracas fue el inicio formal de esa colaboración. Por supuesto, no podían declarar públicamente que iban a negociar rutas de cocaína. Por eso se recurrió al pretexto de los Juegos de Cadetes. Pero las imágenes, los comunicados y el contexto revelan otra historia: una reunión privada con Padrino López, sin agenda oficial, sin transparencia, y en medio de un clima de represión y narcotráfico.
La utilización de Honduras como trampolín del narcotráfico venezolano tendría consecuencias devastadoras: descomposición institucional, aumento de la violencia, sanciones internacionales, y pérdida de soberanía. Las Fuerzas Armadas hondureñas quedarían subordinadas a intereses criminales, y el país se convertiría en zona de disputa entre carteles, con impacto directo en la seguridad ciudadana.
Como sobreviviente de la represión comunista en Cuba, como exembajador ante la ONU, y como defensor de los derechos humanos, no puedo permanecer en silencio ante esta amenaza. Exijo que el Congreso Nacional de Honduras investigue la visita de Zelaya y Hernández a Venezuela; que organismos internacionales como la OEA y la ONU examinen los vínculos entre el gobierno hondureño y el Cartel de los Soles; y que los ciudadanos hondureños despierten ante el riesgo de convertirse en cómplices involuntarios de una operación criminal internacional.
La historia juzgará no solo a quienes ejecutan estos crímenes, sino también a quienes los toleran por omisión.