OPINIÓN

Día Internacional de la Niña, Ser la mejor no basta si el poder sigue entre compadres

Por: Sandra Ponce

En el Día Internacional de la Niña, Honduras debe reconocer una verdad incómoda: el patriarcado sigue gobernando. Dos mujeres con las mejores calificaciones para liderar la Corte Suprema y la Fiscalía fueron excluidas por acuerdos entre hombres. ¿Qué le decimos hoy a las niñas que estudian y sueñan con cambiar su país?

Este 11 de octubre, Día Internacional de la Niña, el mundo habla de empoderamiento, educación, igualdad. Pero en Honduras, la realidad se encarga de desmentir esos discursos. En los últimos dos años, dos procesos de elección fundamentales —para la Corte Suprema de Justicia y la Fiscalía General del Estado— dejaron una lección dolorosa: ser la mejor no basta cuando el poder se reparte entre compadres.

Dos mujeres, con las calificaciones más altas, evaluadas públicamente, con trayectoria intachable, fueron excluidas del resultado final. No por falta de capacidad, sino porque no formaban parte de los acuerdos políticos masculinos que siguen dominando el país. Porque en Honduras, el mérito de una mujer aún vale menos que un apretón de manos entre hombres en una oficina cerrada.

Lo que se impuso no fue la excelencia, fue el pacto patriarcal. El mismo que se disfraza de democracia mientras perpetúa el compadrazgo, el clientelismo y la exclusión.

Esta exclusión no es un detalle técnico. Es violencia política de género. Es misoginia institucionalizada. Y lo más grave es el mensaje que deja a las niñas hondureñas: no importa cuánto estudies, cuánto te prepares, si eres mujer, puedes ser descartada cuando llegue la hora de decidir.

¿Y qué le decimos entonces a las niñas que sueñan con ser juezas, fiscales, presidentas? ¿Qué confianza pueden tener en un país que no protege sus derechos, que veta leyes que las educan, y que excluye a sus mejores referentes?

Según ONU Mujeres, la violencia y exclusión política hacia las mujeres no solo afecta a las líderes actuales, sino que limita la participación de nuevas generaciones. Human Rights Watch ha documentado que miles de niñas hondureñas, víctimas de violencia, enfrentan además un sistema que les niega información, justicia y oportunidades reales. Y ahora, también les niega ejemplos concretos de que el esfuerzo puede conducir al liderazgo.

 

Sin embargo, este contexto electoral abre una nueva oportunidad. Es tiempo de dejar claro que no toleraremos más la exclusión, ni los pactos entre élites masculinas que reparten el poder como si fuera un botín. Exigimos que el mérito se respete. Que la inclusión de las mujeres sea real, no decorativa. Que las niñas crezcan sabiendo que sí vale la pena estudiar, formarse, levantar la voz.

El futuro de Honduras no puede seguir escrito por unos pocos varones aferrados al pasado. La democracia verdadera solo será posible si las mujeres, todas, están en el centro. Y eso —en el fondo— es en beneficio de todos.

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